CONJUNTO ESCULTÓRICO «DEL LIBRO DE LA VIDA».

Joaquín Manzano Carrero, San Vicente de Arévalo (Ávila), 1962.

El autor junto a su obra.

«DEL LIBRO DE LA VIDA» (2018-2020) no es la primera escultura en granito rubio de Cardeñosa (Ávila) ejecutada por Joaquín Manzano. Concebida y creada expresamente para ocupar, rodeada de un verde y protector seto de romero, un lugar central en el jardín delante de la fachada del Colegio Público de Educación Infantil y Primaria CEIP Parque Eugenia de Montijo, en el número 26 de la calle del mismo nombre, en el madrileño barrio de Carabanchel.

Con el mismo granito, Joaquín había realizado seis años atrás (2014-2016) un frontal escultórico para la tumba de su madre, en el que también desarrollaba un interesante juego con el vacío, la imagen, y las luces y las sombras que la luz del astro rey proyecta sobre la obra, a las diferentes horas del día. En este caso el vacío conformando la silueta de una pareja, sus padres Moisés y Petronila, sugiriendo al mismo tiempo imágenes alegóricas de transmutación.

                              Frontal sepultura de Petronila Carrero.

Ambas esculturas fueron realizadas en su taller de San Vicente de Arévalo (Ávila), el pueblo que le vio nacer cuando éste contaba con una población  aproximada de medio millar de almas, habitado hoy por escasas 200, y donde probablemente se inició en el manejo de las herramientas participando en la fabricación de sus primeros juguetes en el taller de carpintería y en la fragua, donde su abuelo Constancio y su padre Moisés construyeron carros.

Carpentum.

[1] EL OFICIO DE CARRETERO. Etimológicamente procede de Carpentarius en latín, fabricante de un tipo de carro, carpentum (carro-cesta),  palabra “préstamo” celto-latina. Tan antiguo como el invento de la rueda, se desarrolló en simbiosis con  el de herrero y en este caso la familia sanvicentera dominaba por igual el trabajo de la madera y el del hierro, mientras que en otros lugares era normal encontrar el taller del carpintero-carretero y el del herrero, uno junto al otro. Se puede afirmar que en el pasado del medio rural,  hasta los años sesenta en los que el oficio desapareció definitivamente, había tantos herreros como carreteros. Ellos fabricaban el carro de varas, el carro de yugo, la carreta o la galera, dependiendo de la carga y el tipo de distancias a recorrer, su diseño atesoraba las posibilidades que marcaban el límite de estos artefactos, fundamentales para el transporte y las labores en el mundo rural. Estos mecanismos, igual que los navíos en el mar (obsérvese que astillero viene de astilla) que tenían que soportar todas las inclemencias terrenales, la lluvia o las temperaturas extremas del invierno y el verano, por lo que era extremadamente importante que fueran duraderos, evitando así convertirse en leña antes de tiempo, por eso, el carretero pintaba los carros a mano, con pincel de pluma, incluso con decoraciones lineales o de filigrana, con el propósito de proteger sus piezas frente a la degradación ambiental. Convirtiéndose los colores usados -y la decoración-  en un signo de distinción de cada carretero. La imagen del carretero decorando la madera, al tiempo que la pinta para protegerla de la intemperie, nos conecta con las policromías que Joaquín Manzano comenzó a introducir en sus esculturas y muebles escultóricos, a partir de los años noventa.

«Del libro de la vida», con unas medidas de 250 x 210 x 115 cms., se eleva sobre una base de hormigón armado de un peso aproximado de 1.500 kg realizada también por el autor en su taller de San Vicente de Arévalo. La obra estructurada en dos piezas, imitando un libro abierto, experimenta con las leyes de la gravedad, haciéndonos sentir la levedad de sendas piezas de cientos de kilos (1.200 en total), obligadas a volar o levitar sobre su pesado pedestal. Al tiempo que la combinación de formas rectas y curvas, creando espacios interiores, confieren al conjunto una sensación de movimiento y una dimensión de libertad, de autonomía… ¿de introspección?


Susana López, directora CEIP Parque Eugenia de Montijo.

La propuesta para realizar la escultura le llegó a Joaquín en el mes de marzo de 2018, por parte de la directora del CEIP Parque Eugenia de Montijo, Susana López. Se reunieron en el Colegio para conocer el espacio de ubicación y la Directora  se interesó por la idea del “cilindro hueco como generador de formas en el espacio” que Joaquín había desarrollado en unas piezas de joyería y en la escultura “Bailarina”, premiada en el 4º Certamen Esculmetal, organizado por el Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas –CENIM-, con el Accesit Especial de Materiales Tubulares.

Bailarina.

Tras la realización de las pertinentes maquetas  «Del libro de la vida» y la adquisición de dos piezas de granito rubio de Cardeñosa,  durante 2019 la obra quedó concluida: Se trata de dos páginas de un libro. En la primera, el bloque de granito contiene un vacío, una oquedad, con la silueta de un cigoto. La forma desde la que se desarrolla el embrión de un ser vivo. En la segunda, el vacío contiene la silueta de un embrión, «la etapa inicial del desarrollo de un ser vivo mientras se encuentra en el huevo o en el útero de la hembra».

La tercera página la brindarán los escolares infantiles, con sus juegos alrededor del jardín, cuando esta distopía, que vivimos desde los primeros meses del año, llegue a su fin y los alumnos puedan seguir con sus aulas presenciales de las que nunca más se les debiera privar. Así, la escultura iba a ser inaugurada el 23 de abril de 2020, Día del Libro en España, coincidentemente el día del aniversario del autor. Acto que fue suspendido tras la  declaración gubernamental del Estado de Alarma.

LA ESCULTURA CONTEMPORÁNEA, tras la irrupción de las vanguardias del siglo XX, acoge multitud de manifestaciones, desde los materiales clásicos y nobles –piedra, madera o metales- hasta materiales de desecho, donde la técnica y el dominio de los oficios se sustituyen por el ingenio imaginativo. En la actualidad es aceptado que el artista realice una maqueta que sea producida por terceros en la fundición, puede trabajar solo o montar una factoría, a veces incluso con docenas de operarios, entre creativos, técnicos o ingenieros, o producir obras desde el diseño y las impresoras 3D, crear obras únicas, originales (tiradas con un máximo de 12 unidades) o series de arte múltiple con ediciones variables (desde docenas a miles de unidades). En el caso de Joaquín Manzano, tal vez por lealtad a la forma autónoma de ejercer el ancestral oficio de carretero, sin precisar de herreros ajenos a la familia, su obra se constituye de piezas únicas ejecutadas integra y personalmente por él mismo, inicialmente sobre madera, a la que con el tiempo se incorporó el metal, con múltiples combinaciones o la policromía de la misma,  para posteriormente realizar piezas exclusivamente de metal, que desembocaron en estructuras de hierro corrugado que serían el alma de sus esculturas de cemento. Todo ello, en mi opinión, siempre en la búsqueda de los límites técnicos de los materiales y los oficios aplicados.  

En este último periodo, desde 2014, posiblemente incentivado por su paso por los talleres de Técnica Escultórica de la Escuela de Artes y Oficios de la calle La Palma de Madrid, Joaquín Manzano comienza su personal investigación sobre las posibilidades escultóricas de la piedra- mármol o granito- que simultanea con su habitual trabajo con madera o metal. En la actualidad, planifica la presentación de varias esculturas realizadas en mármol para su próxima exposición en tierras andaluzas, donde ejerce actualmente su actividad docente.


«Del libro de la vida»

CERRANDO EL CÍRCULO. Hoy, en el siglo XXI, si hiciésemos  una búsqueda cibernética, juntando varias palabras o conceptos, como San Vicente de Arévalo, carros y escultura, seguramente nos sorprenderíamos al tropezar con la figura del escultor Francisco Gutiérrez de Arribas (San Vicente de Arévalo, 1727 – Madrid, 1782)[1]. Escultor del carro y la figura femenina de la diosa Cibeles en Madrid, encargo del arquitecto Ventura Rodríguez, autor del proyecto. Los leones fueron encomendados al escultor  francés Roberto Michel, siendo el conjunto realizado “in situ” entre 1777 y 1782, en bloques de piedra blanca llegados desde Montesclaros (Toledo).

Fuente de la Diosa Cibeles en Madrid, hacia el año 1850.

A la edad de 17 años, Gutiérrez viajó a Madrid para trabajar en el taller de Luis Salvador Carmona, antes de viajar a Italia para continuar su formación. Previamente a abandonar su tierra natal, parece ser que en su adolescencia pudo trabajar en las canteras de granito de Cardeñosa, las mismas de donde procede el material empleado por Joaquín para realizar  «Del libro de la vida».

A su regreso de Italia (1758), Gutiérrez, contribuiría con su obra a transformar el Madrid barroco con intervenciones neoclásicas, más propias del Siglo de las Luces, incentivadas por la política urbanística del mismo Carlos III, llegado a Madrid desde Nápoles (1759).

Alegoría de la fundación de la Academia de Bellas Artes de San Fernando. F. Gutiérrez.

Interesado en recuperar para su localidad natal la figura del ilustrado escultor, en 1998 Joaquín Manzano decide iniciar su propia Cibeles. Comienza realizando una estructura de hierro corrugado, mediante soldadura electrógena, para posteriormente rellenar el “esqueleto” de la Diosa con cemento. La escultura resultante alcanzó un peso aproximado de unos 2.000 Kg con una altura de 520 cm. Adorada  en la península de Anatolia desde el Neolítico  como la Madre Tierra, Joaquín Manzano retoma el tema de su paisano, retrocediendo en su representación a los orígenes del culto. Siendo donada e instalada públicamente por su autor en San Vicente de Arévalo, desde 2015. 


Diosa Cibeles de Joaquín Manzano en San Vicente de Arévalo (Ávila).

LECTURAS COMPARTIDAS. Conocí a Joaquín en 1971, a la edad de nueve años, en un internado en Madrid donde convivimos hasta los dieciséis años. Tardamos poco tiempo en descubrir que uno de los lugares privilegiados en aquellas vetustas instalaciones era la biblioteca, especialmente en los fríos días de invierno. Así, empezamos a pasar allí horas y horas, entre las aulas de la mañana y de la tarde, especialmente las sobremesas, tras la comida principal a las 13,30. Devorábamos todo tipo de libros, en principio de aventuras como los de piratas y corsarios de Emilio Salgari o El último de los Mohicanos (James Fenimore Cooper), al tiempo que entramos en contacto con la poesía de San Juan de la Cruz, los clásicos de la literatura española, o descubríamos la Ilíada y la Odisea.

En los ochenta viajamos juntos, por tierra y mar, hasta Londres y compartimos vivencias inseridos en el Movimiento Squater que proporcionarían material precioso para innumerables películas, como descubrimos asistiendo a My Beautiful Laundrette (1984) –Mi Hermosa Lavandería[2]- o Sammy and Rosie Get Laid (1987) –Sammy y Rosie se lo montan[3]-, dirigidas  por Stephen Frears, con guión de Hanif Kureishi, mostrando perfectamente el ambiente social que tanteábamos entregados,  que reflejaba algunas de las consecuencias que “la diáspora” tuvo en Gran Bretaña, prestando especial atención a los procesos de hibridación y de adaptación de los personajes a un medio social frecuentemente hostil. En el caso de la segunda, mostrando de forma satírica los disturbios de Brixton, donde vivíamos,  que tras la muerte de Cherry Groce, la mujer inocente asesinada por la policía en su propia casa, derivó en el incendio de la Comisaria de Policía, resultando más de 200 policías heridos. Conflicto que coincidió con nuestra mudanza de barrio, en una furgoneta de la librería del movimiento esquater del barrio de Brixton, obligándonos a atravesar con “salvoconducto” los bloqueos callejeros de los manifestantes.

Con posterioridad, al regreso de Joaquín Manzano de su periplo londinense,  compartimos  durante varios meses  un taller de carpintería en la Plaza de San Ildefonso de Madrid. Ya en los noventa, convertimos los bajos (antiguas cuadras) de mi casa en Pastrana, en la calle de San Juan de la Cruz, 1 (popularmente Bocequillas), en una sala de Exposiciones donde compartiríamos espacio, presentando obras permanentemente desde 1991 a 1999. Previamente había presentado a Joaquín en algunas tiendas/galería donde vendía mis obras, en Barcelona y Madrid, colaborando en la organización de su primera exposición individual de escultura (1989), en la Galería La Tour de la calle Amnistía de Madrid. Y desde el espacio alcarreño, constituimos el grupo Artistas  de Pastrana, junto con el pintor local Hilario Ranera, realizando  exposiciones en el Ateneo de Guadalajara, en Pastrana y en el Ayuntamiento de Sacedón.

Joaquín Manzano, Pedro López y Francisco Lara.

En la mañana del pasado 19 de agosto recordaba, a las puertas del CEIP Parque Eugenia de Montijo,  estas y otras vivencias compartidas mientras esperaba la llegada del camión grúa donde Joaquín Manzano y Pedro López –amigo sanvicentero desde la infancia- transportaban la escultura «Del libro de la vida» desde su taller en San Vicente de Arévalo, para proceder al proceso de descarga e instalación de la obra. Por experiencia, la hora de la verdad, donde las fuerzas y volúmenes ponen a prueba los límites de la maquinaria y los útiles necesarios, así como el ingenio, destreza y profesionalidad de los operarios. En ese caso personalizado en el propio artista.

Texto: Francisco Lara Mora, Madrid 24/08/2020

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