AMAZONÍA
A comienzos del tercer milenio perviven en Brasil
algo más de 300 etnias indígenas, con
una población total de 900.000 personas, equivalente al 0,4% de la población
brasileña.
El Gobierno brasileño ha demarcado 690 territorios
para sus pueblos originarios, que abarcan aproximadamente el 13% de la
superficie del país. Ubicándose en la Amazonia el 98,5% de esta reserva
territorial.
Aproximadamente, la mitad de los indígenas
brasileños viven fuera de la Amazonia y los que habitan la Amazonia solamente
ocupan el 1,5% del total del territorio protegido.
Los indígenas con el territorio más grande son los
19.000 yanomamis que, relativamente aislados, ocupan 9,4 millones de
hectáreas en el norte de la Amazonia, una superficie algo mayor que Hungría.
La etnia con más densidad poblacional de Brasil es
la de los tikunas, con 40.000 integrantes, y el pueblo indígena más numeroso es
el guaraní, integrado por unos
51.000 indígenas que, sin embargo, durante los últimos 100 años han perdido la
práctica totalidad de su territorio, que les fue robado para transformarse en
haciendas ganaderas y monocultivos de soja y azúcar.
Es el título de
una exposición de pinturas inspiradas en los mitos y las historias de la
Amazonia. Dice su autor, Fernando França, que “encantes” es el modo popular
como las personas de estos lugares expresan la palabra “encantos”: “En esa serie, afloran las reminiscencias de
mi infancia y adolescencia, en el Acre”.
Acre es un Estado situado en el extremo oeste
de la Amazonia brasileña que atesora una curiosa historia. En1899, siendo Acre
territorio boliviano, el gobernador de Amazonas (Ramalho Júnior), financió en
secreto la empresa del español Luis Gálvez Rodríguez de Arias que conquistó el
territorio boliviano con una veintena de mercenarios (primando veteranos
españoles de la Guerra de Cuba, contra EEUU en1898). El (hoy mal llamado)
"Emperador de Acre" había salido de Manaos el 4 de junio de 1899 y
tomando la localidad boliviana de Puerto Alonso, la rebautizó como Porto Acre, proclamando
la República de Acre el 14 de julio de 1899. El territorio de Acre pasó por
diversos avatares, la II República (1900) y la III República (1903), para
finalmente integrarse en la Unión en 1903 y convertirse en Estado en 1962.
Es importante
destacar que las historias y leyendas que Fernando França ilustra con sus obras
reflejan su visión sobre esos mitos que siendo creaciones colectivas, sin autor
específico, pasaron de “boca a boca”, a lo largo del tiempo, exclusivamente de
forma oral: “Yendo más allá de las
versiones contadas por los antiguos, busqué recrear ese universo mitológico, de
manera que las entidades y seres del bosque interactuaran y dialogaran,
instaurando una nueva esfera interpretativa que redimensiona, a mi ver, el
poder encantador del mito”.
Solamente en el
Acre existen 17 etnias indígenas diferentes. Los Kaxinawá (pertenecientes a la
familia lingüística Pano) forman el grupo más numeroso y habitan la frontera
Brasil-Perú en la Amazonía occidental. Las aldeas Kaxinawá en el Perú se
encuentran en los ríos Purus y Curanja, y las aldeas en Brasil (en el Estado de
Acre y sur del Estado de Amazonas) se extienden por los ríos Tarauacá, Jordão,
Breu, Muru, Envira, Humaitá y Purus. Los grupos Pano (nawa) forman subgrupos de
esta familia por tener lenguas y culturas muy próximas y cada uno de ellos se
denomina huni kuin (gente verdadera). Especialmente a esta etnia pertenecen algunas
de las narrativas mitológicas que el autor refleja en la exposición: “Los títulos elegidos para las obras son
partes integrantes del concepto de cada una de ellas, ya que buscan sugerir
posibles o, quizás, imposibles enredos para las situaciones en que se
encuentran los seres mitológicos.”
Los relatos
indígenas recogen su propia cosmovisión, la comprensión del individuo, la
construcción del género, la procreación,
la interpretación de sus sueños, sus ritos y tradiciones, el destino de
los muertos o la iniciación chamánica: “Tomé
también como fuente de investigación y reflexión, para el desarrollo de esta
serie, estudios contemporáneos de la antropología, como el desarrollado por el
brasileño Viveiros de Castro acerca del pensamiento amerindio y su
perspectivismo, que busca desvincularse de una visión antropocéntrica al
proponer la extensión de la visión categoría de humanidad a animales no
humanos.” (F. França).
Para los
Kaxinawá, la cultura es una elección de la identidad que los distingue de otros
grupos humanos. La naturaleza no está fuera de lo humano. El humano está dentro
de la naturaleza, reconocen marcos y rasgos de su cultura (kuin) en hábitos,
sonidos y dibujos de animales y espíritus. Para los Kaxinawá la naturaleza no
existe sin ser permeada por lo espiritual (yuxin). Esta consciencia que aporta
el chamanismo se sustenta en el uso frecuente y social de ayahuasca (dos o tres
veces al mes). En estados de conciencia alterados con relación a lo cotidiano, los
indígenas buscan la comprensión y cura de las enfermedades (con la ayuda de
hierbas medicinales), así como también, mediante el viaje chamánico, realizan
exploraciones del mundo espiritual para el bien de la comunidad.
Históricamente,
ciudadanos del nordeste brasileño (especialmente del Estado de Ceará) emigraron
masivamente al Acre para trabajar en la explotación del caucho (seringais), constituyendo el segundo
grupo poblacional más numeroso del Estado, después del indígena. A este grupo pertenecen
los abuelos de Fernando França: “Tenemos plena
conciencia de que las historias contadas por nuestros antepasados -como mis
abuelos, por ejemplo, que partieron de Ceará para desbravar la Amazonia- y por
aquellos que aun habitan el universo amazónico, como específicamente el caso de
los indígenas, tienen mucho que enseñarnos.”
Realmente, a
principios del tercer milenio, en un mundo cada vez más globalizado, predomina
un sistema socio-económico en expansión continua, despreciando la finitud de la
biosfera, donde prevalece la acumulación del capital y el interés de lo
individual frente a lo colectivo. Un modelo de desarrollo inadecuado que puede
llevar la vida en el planeta al colapso ecológico y en el que las lenguas y las
palabras, tal vez, desaparecen a un
ritmo superior a la extinción de las especies. Por esto, el pintor sugiere: “Revisar nuestra relación con la naturaleza;
entender más sobre cómo estimular nuestra percepción para comprender mejor las
"voces" más profundas del planeta; y sobre cómo valorar un modo de
vida más simple, son nociones que buscamos a partir de esa perspectiva de la
mirada ofrecida por los seres del bosque, sean ellos imaginarios o no.”
Por todo lo
anterior, la exposición se presenta como instrumento de reflexión sobre el
hombre en la contemporaneidad y sus modos de ver y estar en el mundo. Las
culturas tradicionales que, de una forma efectiva, ejemplifican un modo de vida
sostenible, saben que demasiado de lo
bueno puede convertirse en malo, mientras que a la cultura occidental, aquejada
de tecnolatría y mercadolatría, parece faltarle ese conocimiento básico.
Francisco Lara Mora,
Madrid, 15 de abril de 2019
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