Exposición CHICO DA SILVA - Real Círculo Artístico - BARCELONA - ES
CUANDO EL IMPULSO Y LA CREACIÓN COINCIDEN
Texto: Arnau Puig, Filósofo y crítico de arte (fotografía superior).
Chico
da Silva cuya vida transcurre entre 1910/1923 y 1985 en medio de las
leyendas y las realidades de las zonas sur amazónicas del Brasil, en una
de cuyas lindes con el mar se halla la océano atlántica Fortaleza – que
acabó dando nombre de ciudad al lugar -, nacida de la voluntad de
Felipe II cuando, como se decía, en sus reinos nunca se ponía el sol,
tierras, empero, que debían ser militarmente salvaguardadas de las
curiosidades de los burgueses holandeses, o de las ansias expansivas de
los poderes de otras procedencias, en esas geografías, con todo lo que
ello supone de realidad natural y de ingerencia humana a base de
aniquilaciones de población y de inmigraciones provocadas y forzadas, en
esos lugares aparece un nativo que siente la necesidad de expresar,
plasmándolas en imágenes con formas y colores, sus vivencias: es Chico
da Silva.
Si tenemos noticias
de él es porque hubo alguien, un curioso foráneo, Jean-Pierre Chabloz,
que viendo lo que dibujaba y pintaba aquel indígena creyó que valía la
pena dar a conocer sus figuraciones formales a los llamados centros de
alta cultura por lo que de interés etnológico y antropológico pudieran
contener, pero también porque en la cultura occidental se ha dado en
considerar arte lo que en otras zonas de concentración u organización
humana no es nada más que expresión de no sabemos exactamente de qué
tipo, si vivencial, de asentamiento y conocimiento en un territorio, o
se trata de una información espiritual que pueda convenir a otros
semejantes para que estén al tanto de las circunstancias y puedan
prevenir o defenderse de lo que les pueda acechar, pero que desde una
perspectiva estrictamente estética – expresión sensible – puede ser
considerado arte: un mundo de formas que tienen suficiente autonomía
para ser tomadas fuera de su contexto y percibidas como simple complejo
formal de líneas y colores según una cierta combinación, sin más, y que
se agota con su presencia y realidad plástica.
Creo que en lo que
acabo de relatar está emplazado todo el contenido de las maravillosas y
extrañas formas que – conducido y fomentado de la mano de Chabloz –
realizó, durante los años en que estuvo en condiciones para ello, Chico
da Silva. Se trata de una flora y de una fauna que podrían perfectamente
pertenecer a una zoomorfología y a una botánica delirante que nace del
imaginario de su creador, pero que también tiene su génesis en lo que la
realidad ofrece y las historias que le han contado al activista artista
– aquel que con sus manos y con lo que tiene derredor suyo es capaz de
elaborar formas para lo que no las tiene definidas - impulsan y provocan
al que se siente creador de mundos que no se ven pero que se sienten en
lo más profundo de la intimidad.
Chico da Silva en una cultura
racionalista de tipo occidental sería considerado un artista magicista
porque las formas no provienen de la copia de lo que objetivamente le
entorna sino de un impulso interior incontrolado que, no obstante, la
sociedad sabe que nace de un incómodo asentamiento ante la realidad
social, de una especial condición fisiológica del afectado o de ambas
cosas a la vez. Pero en una sociedad natural, primaria, con todos los
avatares históricos que sin embargo ello implica aun en la actualidad,
en este tipo de entorno provocador de formas, el artista, el creador, en
este caso Chico da Silva, cuando dibuja, pinta, se expresa, lo que
transfiere en los planos al alcance de su entorno es lo que él cree
entrever, sabe con que se topa cuando vive, se enfrenta, cuando medita o
confabula para emplazarse en la realidad. Hemos de decir, pues, que se
trata de una expresión natural, sincera, manifestada espontáneamente; y
así es percibida, sin los mecanismos psicológicos o de defensa con los
que pueda actuar su actor, Y así es considerada obra de arte. La cultura
occidental en todos los tiempos ha dado muy buenos ejemplos de artistas
y de obras de arte que han aparecido y se han manifestado en estas
circunstancias de creatividad. No vamos a considerar indigenista la
creación de alguien que procede según los condicionantes de la
creatividad de todos los tiempos y de todas las latitudes simplemente
porque tengan sus obras una génesis fuera de los contextos establecidos y
aceptados.
Una reflexión final que me ha proporcionado la visión en
directo de un buen número de obras de Chico da Silva es que me ha
ayudado para una cuestión que si bien no es trascendental para la
actualidad vital sí que lo puede ser para un saber cultural falsamente
enfocado y orientado: el que se refiere al tronco único de la génesis
del hombre en la tierra. No es preciso que todos provengamos de una
única pareja inicial, que haya un solo origen para toda la especie
humana. Chico da Silva me ha provocado la sensación que en cualquier
parte del mundo, en las circunstancias más variadas puede aparecer el
hecho sensible humano y, consecuencia de ello, a partir de una manera
consciente de encontrarse en el mundo empezar a aportar las respuestas
formales que nos permitan conocerlo según nos parece o se nos antoja.
La
humanidad ha aparecido en muchas partes del mundo y en cada una de
ellas se ha desarrollado según las circunstancias en las que se hallaba y
en función y relación con lo que fuere su entorno. La fauna y la flora
que ha elaborado mágicamente Chico da Silva es la prueba que el ser
humano vive profundamente su entorno, su circunstancia, lo que sabe de
ello y lo que le han contado y, a partir de todo ello elabora la forma
de posesionarse de la realidad. En determinadas circunstancias esas
formas elaboradas pueden ser consideradas obras de arte, en otras
circunstancias son la expresión de los afectos y de los temores del
entorno para con quien está en contacto con la realidad insoslayable de
la naturaleza y, en la actualidad, de las culturas tecnificadas.
Muchas
gracias Chico da Silva; aprenderemos mucho de tus ingeniosas, ricas y
formalmente suculentas obras. Merecen ser estudiadas con detalle y
profundidad.
Texto: Arnau Puig, Filósofo y crítico de arte (fotografía superior).